domingo, 22 de agosto de 2010

La elección.

La elección. Para algunos, el mayor don que nos ha sido brindado. Para mi, la mayor putada del hombre.

Mi madre siempre me ha dicho: "quien elige, renuncia". Y es cierto. Toda elección conlleva dejarse, por lo menos, una segunda opción atrás .... Y lo malo es que la vida está constantemente llena de elecciones, de decisiones que no siempre nos reportan la felicidad que deseamos, ergo, de equivocaciones.

¿Cuántas veces hemos dicho: "debería de haber hecho lo otro que pensé..." porque sentimos que nos hemos equivocado? A menudo el elegir conlleva a errar en nuestras elecciones, sentir que no hemos acertado con lo elegido y proponernos que la siguiente vez lo haremos mejor.

Pero qué pasa cuando no se puede elegir y te obligas u obligan a tomar algún tipo de determinación que no es la que deseas? Ese es el momento en el que te cagas en la puta capacidad de elegir y deseas ser un animal que se rija sólo por instintos.

Es duro no poder elegir lo que deseas, no poder controlar lo que sientes o no ser capaz de amoldarte a las circunstancias que te rodean. Es duro porque no tienes más que aceptar lo que hay, resignarte y asumir que lo que deseas queda relegado a circunstancias que impiden que ello se lleve a cabo. Y no sé a vosotros pero a mi la resignación no se me da nada bien. Y, entonces, qué se hace? Nada. Sólo puedes seguir viviendo y creer que las cosas pasan por algo, delegar en Dios, en el karma, en el destino o en su puta madre y pensar que, nunca es lo que pudo haber sido. O sea, buscar alternativas a la mala disposición en tiempo o espacio de la vida y creer que eres lo suficientemente bueno para que esta te sonría en alguna ocasión y sientas que eres todo lo que los demás ven en ti, te sientas completo.

Es duro pensar en esto, pensar en la privación del poder elegir, pero es lo que muchas veces nos depara la vida y es lo que debemos aprender a asumir: el ser humano no siempre puede elegir.

Todos, en algún momento de nuestras vidas, pasamos por momentos malos, por pérdidas personales, por broncas en el curro, desavenencias con alguien... Pero, ¿cómo afrontamos esos problemas? ¿Cómo los superamos?

Siempre habrá gente a nuestro alrededor que nos dirá aquello de "tranquilo, todo pasa" o "no te desanimes, la vida no está hecha para sufrir", pero aunque tengan razón en esencia, todo eso son falacias y de poco sirven para afrontar los impedimentos que nos surgen.

En 1969, la psiquiatra Elisabeth Kubler-Ross publicó On Death and Dying, un libro que ha pasado a la historia porque, por primera vez, aparecía el concepto de los 5 estadios del duelo, aquellos que, según la autora, conducen a la superación de una gran pérdida: Rechazo, Ira, Negociación, Depresión y, finalmente, Aceptación.

Esta postura ha sido criticada tanto como apoyada por los expertos en el tema y, sinceramente, me parece válida en ciertos casos de pérdidas graves, aunque pueden seguir otro orden, pero no completa del todo ni el proceso de duelo ni cómo se afrontan los problemas. Hay quien ante una pérdida se refugia en los amigos hasta agotarlos, otros en salir hasta caerse redondo por el alcohol, otros en las drogas, en las huidas, en un recluimiento interior enorme,...

Todos sabéis a lo que me refiero y fijo que habéis pasado por alguna fase, pero, y aquí es donde quiero llegar, ¿cómo salís de ahí? ¿Cuándo se acaba el proceso de duelo y se pasa a la fase de estabilidad?

Es un proceso más o menos largo, dependiendo del problema concreto, pero lo que es inherente a todos los problemas es la fisiología humana. Todos nosotros tenemos unos límites de tolerancia del dolor (fisico o psicológico, ya que desembocan ambos en algo real) que nos hace aguantar 1,10 o 100 grados de dolor (si se pudiera medir), pero no más. Cuando llegamos a ese límite, cuando tocamos fondo, el proceso se acaba y lo único que cabe esperar, y que de hecho pasa, es la salida del agujero.

Por lo tanto, da igual cuáles sean los métodos que se usen para salir, da igual lo que se haga, da igual dónde te refugies o huyas, al final, todo pasará por un proceso interno que nuestro cuerpo y mente pondrá fin cuando no aguantemos más. Por eso, hoy quiero deciros, que NADA ES TAN IMPORTANTE, todo tiene un principio y un fin, y nuestros problemas no pueden ser menos.

Un probervio chino decía: "si el problema tiene solución, no te preocupes, se solucionará; en cambio, si no la tiene, no te preocupes, no vas a conseguir nada". Y, aunque simplista, tiene mucha razón.

1 comentario:

  1. Según las leyes de la emoción existe aquello que es llamado "Ley de la carga más leve y de la ganancia meyor".

    La primera, la ley de la carga más leve dice que siempre que una situación pueda verse de modos alternativos, existe una tendencia a verla de modo que minimice la carga emocional negativa y provoca la "negación defensiva" que disminuye esta carga emotiva.

    La segunda, la ley de la ganancia mayor dice que siempre que una situación pueda verse de maneras alternativas, existe la tendencia a verla de forma que maximice la ganancia emocional, pues las emociones difieren de una emoción a otra.
    Por ejemplo, el duelo proporciona una excudsa, es decir, que confiere el derecho a ser tratado con consideración y evita que nos pidan ayuda.
    A menudo, cuando uno llora de malestar o rabia tiene un ojo alerta a cualquier signo de simpatia y alivio.

    Ciertas emociones dolorosas parecen surgir de algo parecido a una ELECCIÓN (elección de una emoción dolorosa frente a otra más dolorosa aún), el duelo ante una pérdida, por ejemplo, tiende a prolongarse a voluntad, no solo porque proporciona una excusa, sino también porque, mantiene cerca a la persona a la que uno ha perdido.
    Pero cuando se acaba el duelo, empieza la verdadera soledad...

    Hasta aqui mis conocimientos sobre las leyes de la emoción referentes al tema, espero que nos dejen ver a todos las cosas con mayor claridad :D

    Un beso!!

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